Empezó el día justo, entrando a tiempo y sin margen de error en el tren hacia Olesa, a aquella hora ambigua que mezcla al borracho y al madrugador, especialmente en sábado. Más madrugadores que borrachos en el ferrocata destino Manresa.
En la estación de Olesa, recuperar el camino dejado en la etapa 1: Av. Francesc Macià. En seguida, la nueva primera flecha:
Desde aquí, la temida salida de Olesa. Por carretera. Si la haces hasta Monistrol, es dura y se hace eterna. Esta vez, algo inconsciente a pesar de los años, me la juego por La Puda: es que voy fresco, algo que en otras ocasiones no se puede decir al salir de Olesa...
No fallo. Te pateas unos 15 minutos de carretera pero enseguida el desvío por el antiguo y se supone próspero establecimiento de La Puda. Alguna pendiente de más, pero muchos sustos de cuatro ruedas de menos. Y la carretera y los coches abajo.
Despues, la bajada al río, hasta Monistrol. Nada parecido a un coche, hasta justo debajo del puente que separa el lado Ayuntamiento del lado estación. La parada de la Coke, rácana. La compro en el Super a 0,50€ y la bebo en la plaza. El tramo hasta Montserrat ya me lo conozco. Y paro poco que la bessona espera arriba.
Pocas novedades en la subida. Sólo notar que hay respiros que años atrás no hacía. La mochila, algo más pesada que la de las últimas subidas, pero ni mucho menos tan pesada como la de hace 10 años. Eso sí, subiendo por donde ahora la bessona viene a incorporarse al SanTYAgo.
Montserrat siempre es especial, aunque la Moreneta esté cerrada. Recuerdos de familias y amigos, de cansancio y pies cascados, de atracones en forma de Picnic preparados por esas entrañables Laura y Eva, tras aguantar (yo) a sus maridos durante horas de caminata . O de reencontrar a todas esas hordas de braferos salidos con todo entusiasmo un ayer lejano y finalizado en un hoy de espera a ese autocar que nunca consigues mantener despierto. Y cómo no, con ese ciclista, ese Ramon Ribera Peregrino, o esas Nike Coast to Coast que allí se quedaron tras llevarme a Santiago...
Localizo el anorak del Benfica de la bessona antes que ella mis rebufos de fin de etapa de montaña. Tramitamos la credencial, desayunamos y, cual ciclista de chiste de Eugenio, nos vamos camino de Igualada: Cami dels Degotalls, y rumbo Can Massana: demasiada carretera pero buena temperatura y estupenda vista del Macizo de Montserrat. La bessona resiste, aunque el tema de las flechas amarillas aún no lo tenga muy controlado.
Despues, tramito de monte, de urbanización y de descenso por el bosque rumbo a la N-II. Castellolí (de la Roca) espera en forma de bocata y de bareto típico y digno de Mapsack. O quizás, es que tras el esfuerzo aprendes a valorar mucho más aquellas pequeñas cosas que realmente son grandes. Desde tiempos como esos, beber una lata de Coca-Cola no es lo mismo.
Y el último tramo tras reponer fuerzas. Igualada a la vuelta de la esquina. Pero esa vuelta siempre interminable, en forma de larga carretera, de Polígono Industrial, rotonda a rotonda, hasta llegar al punto final, esta vez (¿solo esta vez?) de nuevo especial. No volví al Canaletas ni me cayeron 82 litros por metro cuadrado, pero seguro que circunstancias como aquellas son las que ahora me permiten disfrutar tanto de una simple Coca-Cola como de una habitación de 4 estrellas...
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