Pude prometer y promite ... perdón: prometí, que si mi tobillo resistía hasta Cebreiro en condiciones aceptables, tiraría fuerte para acabar el mismo día en que empecé: un 31. Y esta era la primera etapa de caña. Y uno no se planteaba demasiadas aspiraciones inicialmente, pero realmente fue una etapa que empezó y acabó bien.
Un gran inicio aunque con algo de vuelta, porque no seguir la carretera e ir por camino te alargó la etapa ya desde la salida del refugio, del cual se guarda un gran recuerdo de los hospitaleros de Madrid. En Hospital da Condesa retomas el tramo carretera y topas con el Monumento a San Roque. Y la subida al Poyo, el punto más alto del Camino, por el Camino de peregrino, corto pero con una dureza en los últmos metros que te hace llegar arriba pidiendo aire y sacando la lengua. Encima, a esas horas de la mañana, frío. Despues, el largo descenso hasta Tricastela, largo pero sin comparación con la salvajada del descenso de la Cruz de Ferro. Vienen a resultar unos cuantos kilómetros, pero no te cargan demasiado. Además, te van distrayendo el paso, las pequeñas aldeas por las que cruzas ( Fonfría, Filloval, ...), demasiados para retener en memoria, o simplemente nombrarlos desde el mapa. Galicia, entre otras características, destaca por su densidad de pueblo por palmo cuadrado. Tras la obligada parada para repostar, uno de los tramos más bonitos del Camino: desde Tricastela a Sarria por San Xil. Zona de bosque espeso con fuente incluida y con nuevos peregrinos de mi ciudad, concretamente de Collblanc, muy majos y tiernos ellos (habían empezado 2 días atrás). Luego, una subida por carretera a una zona soleada, que vuelve a descender por un bosque digno de duendes y elfos. Sigues chocando con pequeñas aldeas que aparecen y desaparecen como por arte de magia. Sólo al final, al acercarse a Sarria, el trayecto se endurece por el sol y por el tramo de carretera al que además había que añadir en ese momento unas obras: ideal para comer polvo.
Estos bosques gallegos valen millones ...
Sarria es de esos pueblos grandes y dignos de parada, y eso se iba a hacer a no ser por "culpa" de un par de veteranos peregrinos residentes en Madrid, que me animaron a hacer dos cosas: comer el pulpo de Sarria (os animo a que lo hagais aquí y en toda Galicia) y seguir un trecho más hasta Ferreiros, trecho que me iba a sumar una etapa de algo más de 50 km. Pero a veces el hacer un Camino agradable, tras buen pulpo y buen vino, bien acompañado te hace sentir como si solo hubieras hecho 20. Y así, un ingeniero, perdón, peregrino, acaba disfrutando de la compañía de otro ingeniero y de un sociólogo (perdón, 2 peregrinos) durante una tarde y noche que de nuevo recuperaron cuerpo y espíritu. Por cierto, trecho muy agradable, entre las numerosas pequeñas aldeas y frescos caminos entre bosques. Y agua que salía de cualquier piedra. Tuve la gran fortuna de reencontrar a mis compañeros de ese día en un avión, sentados a mi lado, que nos llevaría a ellos a casa, y a mi de descanso por su Madrid.
"I stopped an old man along the way
Hoping to find some long forgotten words or ancient melodies
He turned to me as if to say, 'Hurry boy, it's waiting there for you'"
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