martes, 12 de agosto de 2008

Etapa 13 - Artieda - Sangüesa

Bajando Artieda, escogido el camino del pantano de abajo, con el correspondiente frio matutino de las fechas. En seguida, el camino despejado se transforma en una ruta por entre espas maleza entre campos o a través de bosque, en el que te llevas toda la humedad posible.

En una de esas salidas a campo algo abierto se te aparece la carretera, y enseguida Ruesta, un clásico del Camino Aragonés, pueblo recuperado a modo cooperativista y en el que puedes encontrar alojamiento y un buen lugar donde repostar a base de un buen café con leche, cosa que no dejamos pasar por si las moscas...

Allí nos topamos con un peregrino fuerte y cañero, que nos había avanzado durante el primer tramo, tomando su desayuno y tramando el siguiente tramo de etapa. Tengo que preguntarle el nombre a la bessona, porque no recuerdo si nombre ni el de su colega posterior, porque sería uno de los personajes de este tramo. De hecho estuvimos haciendo la goma durante todo el trayecto del día.

Pero a la salida de Ruesta, ,un italiano nos hace una de nuestras pocas fotos conjuntas, que no pongo porque creo que está en la cámara que perdí. Creo que este tramo se te puede hacer muy duro hasta Undués de Lerda, pero enganchamos a la fortuna pintada en forma de italiano por mi parte y de alemán por parte de la bessona que nos hicieron muy llevadera la subida al alto por el que cruzamos la Sierra de Leyre. Es un trayecto de subida continua y no esta mal a nivel de pendiente, pero nos pasó volando.

Después el descenso enganchando la vía romana.



El día crece y dejamos el frescor inicial para meternos en lo que es el agosto y su calor en esas áreas. Se avista Undues y es el momento de plantearse el descanso reponedor del día.




Subimos hasta la zona centro, donde, como podía ser de otra manera, una plaza aterrazada con peregrinos copando todos los espacios a la sombra con una silla, una buena cerveza o refresco sustitutivo, y uno de los grandes bocatas del camino... Allí da para estar horas, Aparece el compañero de apoyo del peregrino cañero y se convierten en "los profesores", el matemático y el filósofo, complementarios y divertidos, que también callan más de lo que dicen. Aventuras con el vehículo de apoyo, estropeado, y otras que nos hacen echar unas risas de impulso hacia Sangüesa, con calor seco y propenso a pájaras.

La entrada en Sangüesa se hace larga, también es de esas llegadas en las que ves o te cuentan que el pueblo está cerca y nunca aparece la parte que estas buscando. Allí uno tenía el recuerdo de un Albergue bien cuidado hasta el extremo, llevado por una monjas cuyo origen ordenante no recuerdo. Ahora, se ha municipalizado, y eso la hece perder encanto. A pesar de ello, ninguna queja al respecto. Y no olvidar la propia Sangüesa, lleba de historia y encanto.

En ese Albergue también nos encontramos a una serie de personajes entrañables del Camino, y en especial a un grupo de andaluces que lo hacían de vuelta: veteranos, curtidos en mil peregrinaciones, y un poco hasta el bastón de la evolución que el Camino ha ido llevando durante todos estos años. También, un núcleo familiar de un buen puñado de personas, niños incluídos con los que tambiñen íbamos a compartir algunos encuentros posteriores. No voy a criticar sus motivos y organización de su Camino, pero desde luego que lo comparto muy poco.

Al final, una vez Albergados y acicalados, una gran velada, cerveceando con nuestros nuevos compañeros de viaje, a los que se añadieron después la pandilla de Castellón, alojados en el Camping de Sangüesa, donde terminamos cenando con ellos, con Pedro, nuestro maño favorito, y con los veteranos atletas sevillanos estilo All-Bran: 100% Fibra.



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